viernes, 28 de septiembre de 2007

Samba en Río

Con mucho retraso ya, y escribiendo de hecho desde Argentina, os relatamos nuestras aventuras en Rio de Janeiro: "uma cidade maravilhosa" como dice la canción.

Desde luego, no deja a nadie impasible: si Salvador era Capoeira, Río es Samba, pura animación. Barrios señoriales e imponentes edificios de moderna arquitectura se mezclan con favelas que trepan, como escapando, por sus decenas de colinas. La fascinante ubicación de Río, alrededor de una inmensa bahía, rodeada de largas playas y salpicada de la exhuberante vegetación de sus picudos cerros, hace comprender por qué los portugueses decidieron levantar aquí una ciudad cuando llegaron un mes de enero (de ahí Xaneiro). Lo de Río fue un error de cálculo, no se dieron cuenta de que era sólo una bahía.

Por si la ciudad fuese aburrida, fuimos a caer en el Albergue más animado de todo Río. Al día siguiente de llegar se organizaba la fiesta por el cumpleaños del jefe... la que se montó allí fue memorable. En realidad se organizó una Feijoada, pero nos explicaron que no se trata sólo de comer, sino de un acontecimiento social que dura toda la tarde. Las chicas brasileiras que estaban en la fiesta hicieron toda una demostración de que aquí la Samba se lleva en la sangre, y que debe ser asignatura obligatoria en el colegio, sino no me explico como podían moverse de esa manera...y a esa velocidad. Las fotos intentan ser descriptivas, pero ya os mostraremos los vídeos. Yo estuve aprendiendo, sí, me estuvieron enseñando algunos pasos, pero no tengo nada que hacer, estas mujeres son INCREIBLES. Luego llegó la banda de Pagode (en la foto), una Samba renovada que se creó en la década de los 80 en Río y que añade nuevos instrumentos a la tradicional. A partir de ahí, ya se bailó de todo. En otra foto tenéis a Juan descansando con alguno de los compañeros del Albergue.


Esa noche, por si nos habíamos quedado con ganas, fuimos a un ensayo de Carnaval de una de las más famosas Escuelas de Samba, la escuela Salgueiro. Cada una tiene su local, y se pasan un año entero preparándose para los carnavales. Cuando estuvimos allí, esta escuela ya había decidido el tema de su desfile y estaba en la fase: selección de la canción a tocar. Diferentes grupos tenían 15 minutos para proponer su canción, acompañada de una "performance" (que diría Nandolas), como si aquello fuese la fiesta jolgorio del milenio: banderas, serpentinas, bengalas, y sus seguidores que cantaban y bailaban como locos... y claro, nosotros con ellos... ¡y hacen esto todos los fines de semana!En las fotos veis a nuestro amigo Patrick participando de la euforia local (no perderse el mensaje de la camiseta del tipo), y algunas muestras de como se las gastan aquí bailando.



Por supuesto, nos dimos un paseo por algunas de las playas de la ciudad, que, por ser día de semana, no estaban tan abarrotadas como lo están en otras ocasiones, así ¿cómo vamos a encontrar a la Garota de Ipanema? Hablando de esta playa, la ola que veis en la foto es una muestra de lo que su nombre significa (aguas peligrosas), yo creo que es más para disfrutar de su precioso entorno que para bañarse(primera foto). Para darse un chapuzón vemos más adecuada Copacabana, la otra foto, cuyas vistas con el Pao de Açucar de fondo no se quedan cortas.


Otra difícil decisión en Río es cuál de sus miradores es más espectacular. El Cristo del Corcovado no está nada mal, aunque no acabamos de comprender la decisión de incluirla en las siete nuevas maravillas (demasiado moderno el art decó), nadie le quita su vista espectacular sobre la ciudad y su bahía. Podeis ver a Juan abrazado por la gigantesca estatua. Nosotros nos quedamos, sin duda, con las vistas desde el Pao de Açucar. Además de la emoción que aportan los teleféricos, creo que ayudó el que estuviéramos allí contemplando el atardecer y la puesta del sol con el corcovado iluminado cual aparición divina (sino mirad la foto).


Otro imprescindible era acudir al monumental estadio de Maracaná, para disfrutar del jogo bonito del futebol brasileiro. Al ser tan redondito, no necesita de la altura de otros estadios para alojar, como hizo en su día,¡¡200.000 personas!! Ahora está prohibido meter a más de 100.000, ya que son los asientos que tiene.

Asistimos a un derby Flamengo - Vasco de Gama que, aunque dejó un poco que desear en cuanto al juego del campo, no defraudó en cuanto a la animación de la bancada que, sin dejar de gritar todo el partido, recordaba más a la final de la Champions que a un partido de liga...aquí lo viven mucho...mucho.


En cuanto a nuestra nota culinaria, retomo el tema de la fiesta de cumpleaños. Aquello fue una auténtica Feijoada: una inmensa pota de Feijoas y otras tantas de arroz blanco, carne, chorizo, farofa, torreznos, y esa mezcla de verduritas con salsa que no sabemos que es (Marisa?). Esta vez nos han contado que las rodajas de naranja son para el final, cual sorbete de boda, y no para mezclar con todo el mejunje como habíamos hecho en alguna que otra ocasión...somos unos principiantes. En la foto, los preciosos pucheros negros que se usan para semejante refrigerio.

Obviamos comentarios sobre el impacto de la gastronomía local en nuestra figura, que algunos habían solicitado, sólo tenéis que ver las fotos.

En próximos episodios relataremos nuestra estancia en una isla muy cerca de Río: Ilha Grande. No hubo tiempo para todas las recomendaciones, pero hay que dejar algo para la próxima ¿no?. Gracias Marisa.

viernes, 21 de septiembre de 2007

Ouro Preto

Con bastante retraso, ya que estamos bastante lejos de este lugar, os contamos nuestra visita a Ouro Preto. Esta ciudad debe su nombre a unas pequeñas piedras negras que un explorador encontró en la orilla de un río cercano y que resultaron ser oro recubierto de una fina capa de hierro (Ouro Preto: Oro Negro). Antes de nada y para zanjar la polémica sobre las causas por las que no aparecíamos en las fotos de Bahía...aquí nos tenéis a los dos sanotes y contentos sin quemaduras solares ni operaciones estéticas aparentes.

Ouro Preto fue durante un largo periodo de tiempo la capital del estado de Minas Gerais hasta que, afortunadamente, ésta fue trasladada a la próxima ciudad de Belo Horizonte. Dicha situación histórica favoreció la conservación de la ciudad muy similar a como era hace más de un siglo. Su anterior nombre fue Vila Rica lo que nos muestra lo bien que se debía vivir por aquí en el siglo XVIII. La visita se hace difícil por sus increíbles cuestas pero vale la pena para disfrutar de sus calles, sus iglesias, sus blancas casas con puertas y ventanas de colores y su relajado ambiente. Nos recuerda vagamente a uno de los pueblos blancos de Cádiz.



Además de lo hermoso del lugar, éste se encuentra cargado de historia, ya que fue cuna de uno de los primeros movimientos de independencia de Brasil. Esta sublevación se denominó la Inconfidência Mineira y estuvo liderada por un personaje que hoy en día es un héroe nacional. Este cabecilla recibía el curioso nombre de "Tiradentes" por sus habilidades odontológicas...vamos que antes que héroe fue dentista. La insurgencia fue sofocada, encarcelando a todos sus miembros y ejecutando a Tiradentes, para después descuartizarlo y repartir sus pedacitos por Brasil como ejemplo para futuros sublevados.

Como no podía ser de otra manera, la ciudad está repleta de antiguas minas de oro que sorprenden al estar totalmente integradas en el urbanismo de la misma. Simplemente vas caminando por sus calles y te encuentras con un sinfín de minas disponibles para ser visitadas. El subsuelo urbano debe ser como un queso gruyère.

Nosotros fuimos a la mina de "Chico Rei", un antiguo rey de una tribu de Africa al que hicieron esclavo junto a todo su pueblo. Gracias a su trabajo logró comprar su libertad (cosa que fue prohibida poco después por Portugal), adquirió su propia mina y con el oro que extrajo de ella compró la libertad de todos sus súbditos, llegando a ser un hombre respetado incluso por los blancos.

La visita a la mina no fue nada del otro mundo: pasadizos estrechísimos, oscuros y húmedos en los que trabajar debía ser un auténtico infierno. Pero sus actuales dueños y descubridores resultaron ser una gente super amable, que aparte de conversación, nos ofrecieron un chupito de cachaça casera mezclada con canela, miel y hierbas aromáticas...delicioso.


La ciudad también cuenta con innumerables iglesias ricamente decoradas en su interior con el oro de la región, a excepción de la iglesia construida por y para los esclavos (Santa efigênia dos pretos) cuya bella decoración interna está realizada en madera pintada.

Esta riqueza interna, a veces excesiva, contrastaba con un exterior de lo más sobrio, siguiendo los cánones marcados por la Contrareforma Europea. Aquí tenéis como ejemplo la capilla del Padre Faria, aunque la más espectacular de la ciudad, y segunda más rica de Brasil, es la de Nossa Senhora do Pilar, donde no te dejaban entrar con cámara, y en la que te quedabas boquiabierto con el recargado estilo rococo de su interior cuasi palaciego.

Otro de los atractivos de Ouro Preto eran las esculturas realizadas por "El Aleijadinho" (Lisiado) un peculiar artista que, tras perder los dedos de pies y manos debido a una enfermedad degenerativa, trabajaba con el cincel y el martillo atados a sus muñones. Su obra principal dentro de la ciudad es la decoración de la bella iglesia de São Francisco de Assis. En la imagen podéis ver uno de sus peculiares ángeles que tanta fama le reportaron.

Como broche final a nuestra estancia, coincidimos con un festival de jazz que se celebraba al aire libre y que contaba con diferentes músicos de la zona y de algunos ya consagrados como Maria Schneider. La verdad es que se creaba una atmósfera super agradable con el sonido del saxofón y la ciudad iluminada de fondo. A la vez que los grupos tocaban en el escenario, un artista gráfico pintaba en directo una de sus obras inspirado por la melodía...no habíamos visto nada parecido desde la fascinante video-performance del concierto de Anthony and the Jonhsons...demasiada psicodelia a nuestro humilde entender.


Besos a todos, pronto tendréis noticias de nuestra estancia en Rio y alrededores.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Bahía

Si tuviera que escoger un adjetivo que describiese Salvador de Bahía, éste sin duda sería "intenso". Su música, su baile, su comida, su gente, su religión... todo lo hacen y lo viven con mayor intensidad de la que uno se espera.

Nos alojamos en un animado hostal en pleno centro histórico de Salvador, en el barrio del Pelourinho. Se encuentra en la parte alta de la ciudad, que está unida por ascensores (una vez más) con la parte baja (foto de la derecha). Este barrio fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aunque empezamos a perder un poco el respeto por estas declaraciones de la Unesco (viendo todos los títulos que dan), en este caso, nos parece bien atribuido.


El Pelourinho está lleno de calles estrechas, adoquinadas y un poco empinadas; edificios coloniales que recuerdan tiempos pasados; escuelas de capoeira y batucada que amenizan al vecindario con sus berimbaos y tambores; capoeira espontánea en la calle ("rodas de rua"); vendedores ambulantes; iglesias inacabadas para evitar pagar el impuesto correspondiente a la corona portuguesa; y, en general, mucha música y color que a veces hace dudar a uno si una puerta abierta es un bar o una casa particular.


Tuvimos la suerte de coincidir con el aniversario de la independencia de Brasil (7 de septiembre) y disfrutar de un estupendo festival-"xuntanza" de escuelas de capoeira, con la presencia de "mestres" bahianos y del resto del mundo. Una exaltación de este espectacular arte marcial que los esclavos africanos disfrazaron de danza para no levantar sospechas en sus patrones.

En el mismo festival, un grupo de mujeres y niños dieron todo un recital de ritmo bailando sambas y otras danzas africanas. Tras el baile, hizo su aparición la batucada Olodum, una orquesta que, como todo el mundo te recuerda aquí en Bahía, salió en un vídeo de Michael Jackson. Lo cierto es que el impresionante estruendo de tambores acompasados a un ritmo trepidante, añadido al buen rollo que se desprende de su buen humor y forma de tocar hace levantar los pies del suelo hasta al más arrítmico de los espectadores.


Por último, una improvisada "roda de rua" surgió con todos los "mestres", incluso los más veteranos, lanzándose a "jogar" capoeira . Es sorprendente ver como aquí hasta el apuntador sabe capoeira. Algunos "jogaban" un poco fuerte, llegando a haber agarrones que hubo que separar, cualquiera se mete allí en medio. Unos argentinos de nuestro hostal (que participaban en el festival y controlaban bastante) sí consiguieron meterse en la "roda". Nos comentaron que, en general, cuando uno es blanco le suelen dar más cera todavía.

Pasando a un terreno más espiritual, una noche asistimos a una ceremonia de "Candomblé". Se trata de un culto de raíces profundamente africanas que en el nuevo mundo se mezcló con el ritual católico de los portugueses. Una vez más, los africanos disfrazaron sus Orixás (sus dioses) de Santos Católicos, existiendo hoy día un paralelismo establecido entre cada Orixá y un Santo determinado.

En este tipo de ceremonias los líderes espirituales de cada comunidad llamados "Pai/Mai de Santo", son poseídos por estas deidades, momento en el que entran en trance, interactuando con las personas asistentes y haciendo uso de los poderes específicos del Orixá (invocación de lluvias, curación, protección...).

En la ceremonia a la que nosotros asistimos y que, por razones obvias, no pudimos fotografiar, el "Pai de Santo" (para complicarlo más) no fue poseído por un Orixá sino por un Caboclo, que son espíritus adoptados por el Candomblé pero provenientes de los cultos ancestrales indígenas de Brasil. Un lío vamos. Aprovechamos para disculparnos por esta explicación tan simplificada ante cualquier experto en la materia, pero de alguna forma hay que contarlo.

Para nosotros fue una experiencia al borde del surrealismo, muy interesante y, como no, muy intensa. Varias personas danzando en trance por la minúscula sala abarrotada de fieles vestidos de blanco que rezaban y cantaban sin parar, junto a algún que otro turista alucinado.

No os podemos mostrar ninguna foto fuera del Pelourinho, no porque no hayamos salido de allí, sino porque Salvador no es un lugar del todo seguro al anochecer, y ante los robos diarios a alguno de los turistas de nuestro hostal (en ocasiones un poco buscados por meterse en el lugar equivocado a la hora equivocada), cuando pensábamos regresar de noche, salíamos con lo justo. Las playas de la parte baja de la ciudad, sin ser playas espectacularmente bellas, son muy animadas y cuentan con antiguos fuertes para proteger la ciudad, que hoy día son museos a los que los bahianos se acercan a ver la puesta de sol.

En cuanto a las cercanías de Salvador, visitamos el pueblecito de Arembepe (Marisa, gracias por tus recomendaciones pero todavía no habíamos leído tu comentario y Arembepe nos quedaba más cerca, aunque aquí también dimos con el proyecto Tamar y sus tortugas).

Allí nos encontramos con una impresionante playa desierta de amenazadoras olas y un palmeral salpicado de pequeñas cabañas. En los 60 se encontraba allí la llamada "aldea hippie", donde se dice que Mick Jagger y Janis Joplin tuvieron una casita. El lugar invitaba al descanso y al buen rollo. En medio del palmeral, nos pudimos bañar en una laguna un poco más tranquila que el mar, donde un grupo de locales nos prestó una guitarra que nuestro nuevo amigo Juan utilizó para dar un auténtico recital que impresionó a locales y turistas. (Saludos a Arnau y Lisa que también estaban allí aunque apenas salen en la foto).



En cuanto a la referencia gastronómica del día, decir que en Bahía hay innumerables puestos de comida local regentados por típicas bahianas: enormes mujeres vestidas con el traje tradicional africano. Su especialidad es el Aracajé, una especie de enorme buñuelo de masa que en el momento de servir se rellena de toda una gama de salsas y cremas bahianas (batapá y caruru), todo cubierto de unos especiados camarones que aquí se comen con piel y todo. El resultado era algo inmanejable y complicado de comer que no nos acabó gustando demasiado.

Lo que si nos ENCANTÓ, fue otro de los platos tradicionales de Bahia, la Moqueca: un guiso de pescado o camarones, con su cebollita, su pimientito, y su sabrosa salsa a base de aceite de dendé, que se extrae, según parece, de una palma. En la foto lo veis acompañado de arroz y de la inevitable farofa, una especie de harina hecha de alguna legumbre que aún no hemos identificado. La farofa aún no nos ha convencido, pero la Moqueca estaba deliciosa.

Tras unos días en Salvador emprendimos un larguíiisimo camino en bus (28 horas) que nos trajo al estado de Minas Gerais, y más en concreto a la preciosa ciudad de Ouro Preto en la que nos encontramos, pero eso, ya es otra historia...

sábado, 8 de septiembre de 2007

OH! Linda

Tras nuestro periplo playero decidimos adentrarnos un poco más en la historia de Brasil y para ello nos fuimos a Olinda. Esta pequeña ciudad costera, situada a unos 7 Km de Recife, tuvo su esplendor en la época colonial y mantiene un centro histórico muy bonito. Según la leyenda en 1535 el portugués Duarte Coelho, fundador de la ciudad, al llegar a uno de los cerros que la rodean y ver las vistas exclamó "Oh linda situação para se construir uma vila!" y de ahi salió su nombre. En las fotos tenéis un par de ejemplos que demuestran que Duarte tenía razón.


Para recorrer la ciudad, en su día muy peligrosa debido a la delincuencia callejera, el ayuntamiento propone los servicios de unos guías locales que destinan parte de lo recaudado a ayudar a sacar de las calles a los denominados "meninos de rua". Valmir, antiguo menino de rua, fue un guia estupendo y gracias a él disfrutamos el doble del recorrido por la ciudad.

Aquí nos tenéis a los dos en una de las callejuelas típicas de Olinda con sus casas coloniales de diferentes colores. Valmir nos comentaba que antiguamente las calles no estaban numeradas y que la forma de distinguir unas casas de otras era usar diferentes colores, pintoresco no?, pero qué ocurría cuando el color se repetía en una misma calle?...según Valmir, ellos decían: "ahh, esse e o problema do carteiro".

En el monasterio de San Benito nos esperaba otra curiosidad, la imagen de San Benito, situada en el altar, la llaman popularmente también "Santinho do Pau Ôco" porque los holandeses durante su invasión (1631-1654) vaciaron su interior y lo usaron para sacar oro clandestinamente de Brasil. En las imágenes podéis ver al mencionado Santinho, unos magníficos azulejos (que tanto usan los portugueses) dentro del Convento de São Francisco y por último la Igreja do Carmo de 1580, que aunque ya lleva más de 10 años en restauración, parece que aún le quedan otros tantos.


Olinda también tiene una playa bastante extensa, pero el problema en estas costas tiene aleta dorsal...los tiburones el año pasado mataron a más personas en estas costas que en Sudáfrica! Así que no metimos ni la uña en el agua salada, aquí tenéis una foto de Marta, muy propia, junto a uno de los innumerables carteles que avisan del peligro de bañarse en estas aguas...A Marta y a mi nos encanta lo de "mayor probabilidad de ataque que la media"...es una forma muy política de meterte el miedo en el cuerpo.

Aunque no pudimos bañarnos en el mar...nuestra pousada tenía un "terraço da preguiça" que consistía en un espacio verde con hamacas y una piscinuki muy curradita con espacios para tumbonas, la verdad es que le dimos bastante uso...eso si, este es un país tropical y en media hora el clima cambia: de estar tostándose al sol a tener que correr para ponerse a cubierto. Menuda forma de caer agua!!


De Olinda seguimos la costa hacia el sur, hasta Salvador de Bahía, donde estamos ahora...pero esa ya es parte de otra historia.