jueves, 25 de octubre de 2007

Lluvia o Paine

Tras el periplo argentino y despedir a pinza y pincesa, seguimos camino al sur, hemos tenido que cruzar la frontera con Chile para ir a uno de los paraísos del trekking, el Parque Nacional Torres del Paine...viendo el mapa de Sudamérica en la parte de Patagonia te das cuenta de lo caprichosos y absurdos que son los temas fronterizos en general. Lo cierto es que nos gustó encontrarnos en Chile otra vez después de tanto tiempo, ya no recordábamos lo que era que un coche frenase para dejarte cruzar en un paso de cebra.

Pernoctamos un par de días en Puerto Natales, que es la puerta de entrada a Torres del Paine...y poco más. Estuvimos esperando un poco ya que el mal tiempo y la gente que bajaba del Paine no animaban mucho a la aventura...lluvia, viento, frío y nieve. Como no queríamos quedarnos parados mucho tiempo más y el clima en estas latitudes siempre resulta impredecible, decidimos echarle algo de valor y pasar un par de días arriba en el Parque para ver si había suerte.

Y como no podía ser de otra forma, la flor sigue ahí cuando uno la necesita... amaneció claro y pudimos hacer sin lluvia la caminata a la Base Torres, un mirador desde el que puedes observar las tres imponentes torres desde cerca. Para llegar al mirador se necesitan más o menos unas 4 horitas de subida, pero lo peor es la última media hora donde subes por el lecho de una antigua morrena de un glaciar del que sólo quedan unos pocos vestigios...las piedras pulidas por el glaciar, cual culito de bebé, son el escenario perfecto para irte de morros y dejarte los incisivos en un canto rodado. Aquí tenéis algunas fotos de la pateada...fijaos en los peazo cantos rodados!!




Pero el esfuerzo y el riesgo merecen la pena (habría que preguntárselo al que se quede sin dientes) es una vista increíble: tres torres bastante afiladas, donde creo que más de uno se ha matado intentando escalarlas, y en su base una mezcla de nieve y hielo del glaciar que terminan desaguando en una hermosa laguna verde...para tirarse un par de horas contemplando, si no fuera por la rasca que hace allí arriba, claro.

Bajamos la mitad del camino y nos quedamos en un refugio de montaña a pasar la noche...posiblemente una de las noches más caras de todo el viaje hasta ahora (68 Dolares del ala aleve del leve abanico). Se aprovechan muchísimo del cansancio y escasez de competencia que existe dentro del Paine.

Un par de camas es el resumen más fiel de los servicios que incluía el refugio, sin sabanas, sin toallas, sin mantas, vamos el purito colchón pelao...eso sí con almohada...guuuuauuuuuuu. Os imaginaréis el precio de las comidas no? por supuesto cargamos sobre nuestras espaldas la comida suficiente para sobrevivir durante nuestra estancia. Eso sí, el personal fue supermajo, hay que decirlo.

Aunque terminamos con las piernas bastante cansadas, nos encantó el Parque y nos dió pena no realizar el circuito "W" completo. Ese trekking se realiza en 4 días y además del valle de las torres, recorre otros dos valles donde se ven los cuernos (otras montañas) y el glaciar Grey. Realmente, si íbamos de refugio en refugio no entraba en nuestro presupuesto y nos daba la caca pensar en meternos en una tienda y que nos cayese encima un buen montón de nieve.

Como nota culinaria...hemos comido pescado BIIIEEENNN!! merlucita y salmón, rico, rico y necesario después del atracón de carne que llevábamos encima. También hemos retomado con gusto el aperitivo a base de pebre y mantequilla que acompañan al pan en tierras chilenas. Lo que me tiene absolutamente alucinado, y encantado por que no decirlo, es la cantidad industrial de palta (aguacate) que se consume en este país...fuera de Mexico no creo que haya otro consumidor mayor.

Seguimos hacia el sur...poco queda ya de continente, pero nosotros a por todas!!

Besos a todos, y en especial a Mateote que cumple mañana dos añitos. Te quieren. Juan y "Maca"

martes, 23 de octubre de 2007

Ruta 40

A partir de aquí comenzó nuestra aventura por la "mítica" ruta 40 a bordo de nuestra Toyota Hylux. Se trata de una carretera mayoritariamente de ripio ("Casquijo que se usa para pavimentar" según la RAE), que atraviesa buena parte de Argentina y de la Patagonia interior de norte a sur, más o menos pegada a los Andes.

Las guías asustan bastante a todo aguerrido automovilista que se atreva con ella: llevar extras de repuestos, gasolina y comida; no abrir las puertas con el viento en la espalda (no sería la primera puerta que sale volando según Avis)... Creemos que no exageran en absoluto, km y km de paisaje estepario sin más vida humana que pequeños pueblos de aspecto bastante desolador. En un tramo hicimos una recta de 50km, no mentimos, 50 km en línea recta, que no sólo ponían a prueba la pericia de Juan, el nuevo Sainz de las llanuras patagónicas, sino también su paciencia (y la del resto).



La primera noche fue en el pueblo de Los Antiguos, en plena cordillera, junto al bonito e inmenso lago Buenos Aires (uno de tantos que vimos esos días). Tan grande era, que su oleaje nos recordó a todos la playa de Patos. Extraño fenómeno para un lago ¿no?. Hicimos sólamente una pequeña parada técnica, para dormir y revisar la camioneta. Aquí vemos a un local en plena faena bajo nuestra atenta e interesada mirada. (El ingeniero del plan del 57 y el del 93 mirando...y la otra fotografiando la jugada).



Volvimos al ripio con determinación, ya estábamos acostumbrados a la ausencia de vida humana, pero aun así nos sorprendió contar unos 300km sin ver a NADIE. Sólamente guanacos, caballos, vacas y ñandúes, que son como las avestruces y corren que se las pelan (por eso en la foto no salió muy favorecido).



Intentamos dormir en una estancia, una de esas casas de campo en medio de esa nada desértica que alojan a los viajeros de la ruta, pero los precios suelen ser elevados, por eso de que "o duermes aquí o duermes ahí fuera al raso". Menos mal que finalmente nos dió tiempo a conducir hasta El Chaltén, con una oferta hotelera más variada. La llegada, al atardecer, fue espectacular como podéis ver.



Este pequeño pueblo se encuentra también al pie de la cordillera, y es famoso por estar a pocos km del cerro Fitz Roy, meca de muchos valientes escaladores. Como os podréis imaginar... no fue nuestro caso. Nos limitamos a recorrer, en el tiempo que teníamos, los montes cercanos. Disfrutamos de unas magníficas vistas de las montañas, lagos y glaciares de la zona que es de una belleza espectacular. Aquí uno se siente un intruso en medio de la naturaleza, que se muestra con una fuerza un tanto desafiante. Fue una auténtica lección de geología práctica. El pico que sobresale entre las montañas, es el Fitz Roy al amanecer, cuando salimos del hostal, y os lo ponemos al lado ampliado para que disfrutéis con la visión de tan singular cerro.



Pusimos a Quique en un pequeño aprieto cuando, intentando llegar al mirador del glaciar Huemul, lo metimos con sus zapatos de paseo por un camino que poco a poco se fue llenando de nieve y hielo. Menos mal que la cosa salió bien, y aunque tuvimos que dar vuelta, volvimos todos enteros y sin magulladuras. Aquí veis a padre e hijo en pleno y sincronizado descenso.

El último tramo de ruta fue bastante pequeño desembocando en el pueblo de El Calafate, punto de partida de las excursiones que visitan los glaciares del lago Argentino. En un barquito, que nos costó su peso en oro, recorrimos el lago. De entrada nos sorprendieron los enormes icebergs que flotaban a lo largo del lago, resultado de recientes desprendimientos en uno de los glaciares.

Los glaciares, aunque al final del día acabas un poco harto de tanto hielo, son un auténtico espectáculo. Enormes lenguas de nieve compactada, de un azul impresionante (fruto de la mayor o menor compactación del hielo), que descienden por las montañas y acaban sobre el lago formando imponentes murallas. El Upsala, el Spegazzini, y como no el Perito Moreno fueron los más impresionantes. De este último lo mejor fue su continuo movimiento (crujidos, desprendimientos) que nos tenía a todos en vilo esperando la caída de algún enorme pedazo. El estruendo que se producía era como un trueno.

Aquí tenemos dos fotos, una es del glaciar Upsala y la otra del Perito Moreno, pero como veréis esa no es la única diferencia. Si, ya tocaba, Juan se ha vuelto a afeitar (ooooooh!!).



Como nota culinaria, y por increíble que parezca a estas alturas, vamos a hablar del bifé. Del bifé de chorizo concretamente, que equivale en españa al entrecot (ya sabéis que aquí los cortes se hacen y llaman diferente). La razón es que fue en un restaurante de El Calafate donde nos tomamos el más sabroso de los bifés (y nos hemos tomado bastantes) de Argentina. Acompañado como siempre de buenos vinos y golosos postres.

Por último despedirnos de Maripi y Quique, que fueron unos excelentes compañeros de viaje y emprendieron ya su vuelta a España desde El Calafate. Creemos que han disfrutado mucho estos días, algo de frío han pasado, pero han soportado la nieve y el polvo del camino con gran estoicismo (Quique a escobazos con su mochila intentando que recuperase el color original) :)

¡Gracias por la visita!

Galeses Perdidos

Después del tango y la metrópolis necesitabamos volver a disfrutar nuevamente de un poco de naturaleza, y para eso pocos sitios mejores que la región de los lagos, muy cerca ya de la Patagonia argentina. Fina, tenemos nuevas fotos de Martiña y para desquitarnos de las perdidas le hemos hecho muchíisimas, también como os podréis imaginar, he tenido que practicar la inclinación correcta y la nueva incidencia de luz para hacernos "nuestra foto" pero con la cámara de Marta (casi le tengo pillado el truquillo).



Para comenzar el viaje volamos hacia San Carlos de Bariloche donde, para recorrer estos preciosos paisajes por el interior y no morir en el intento, hemos alquilado un 4x4 para que nos lleve hasta El Calafate, nuestro destino final. Pillamos una pick-up muy americana pero con un par de detalles muy graciosos que desconocíamos: primero, el maletero no puede ser cerrado con llave, esto nos obligó a estar pendientes del coche si teníamos las maletas dentro, y segundo, al estar el equipaje tapado por una lona, en el traqueteo del viaje se tragaba una cantidad de polvo patagónico difícil de describir...digamos que todas nuestras maletas eran de color tierra. Como podéis observar en la foto sería una pick-up americana pero con un toque ben galego...non?



Desde Bariloche una de las excursiones más bonitas es recorrer la ruta de los siete lagos que une la ciudad con San Martín de los Andes, así que...allá nos fuimos los cuatro aventureros. El día tocó un poco nublado, sin restarle esto encanto al recorrido. Vimos lugares curiosos, como por ejemplo el "Arroyo Partido", un arroyo que se dividía en dos en el lugar donde estábamos, yendo a parar uno de sus "hijos" al Pacífico y el otro al Atlántico. Era fascinante pensar en una gota de agua que llega a ese punto y por escasos milímetros pueda terminar en sitios tan diferentes...muy bucólico.



También vimos unos árboles llamados "arrayanes" que tienen un color canela espectacular, conservan una temperatura interna muy fría y sobre todo destacan por su delgadísima corteza que tiene un tacto sedoso. Para terminar, visitamos lo que para mi fue la estrella del día, el "Valle Encantado" un lugar de cuento al que la luz de final de tarde y la niebla le iban como un guante.



Otro día con mejor tiempo nos centramos en los alrededores de Bariloche en lo que se denomina el "circuito chico". Subimos con un telesilla al cerro Campanario para tener una vista general de los valles y la verdad, es como si te teletransportases a Suiza: montañas nevadas, lagos azules, bosques frondosos y verdes... para quitarle a uno el hipo...sino ya me diréis por vosotros mismos. La foto con el reflejo en el lago está hecha en el lago escondido...hacen bien en esconderlo, menudo lugar!!




Dejamos Bariloche para entrar ya en la parte norte de la Patagonia... concretamente en Trevelin (del Galés, TRE: Pueblo y VELIN: Molino), donde, aunque parezca casi irracional, se encuentra una gran comunidad de galeses que terminaron formando este pueblo y mantienen aún parte de sus costumbres como por ejemplo, el "té gales": De todo, té, scones, pasteles de manzana, mermeladas, quesos, tostadas...un té para cada dos personas es suficiente.

Con base en Trevelin pasamos unos días visitando la zona, uno de los "must" era la visita al Parque Nacional de los Alerces que cuenta con unos ejemplares de este árbol que datan de hace 2600 años!!... es alucinante pensar que ese "abuelo" que véis en la foto lleva ahí desde antes de Cristo, de pie, impertérrito, viendo paciente el tiempo pasar y creciendo un milímetro de diámetro por año. Intentaron derribarlo para aprovechar su madera de gran calidad pero al ser un lugar tan inaccesible desestimaron su tala por no poder luego llevárselo con bueyes y vadeando ríos...gracias a diiio.



Luego tuvimos uno de esos días especiales en los que no esperas ver mucho, el típico día un poco de relleno hasta el siguiente punto planeado...como tantas veces sucede ese día fue para mi el mejor de toda esta serie. Vas sin expectativas, con todos los sentidos alerta desde el principio para observar con más detenimiento cualquier cosa, ya que no tienes que llegar a ningún sitio, sólo disfrutar del momento...toda una enseñanza.

En ese día estuvimos en una comunidad "Mapuche" que vive a orillas del lago Rosario, un lugar idílico si dejamos de lado el viento que reinaba. Nos mostraron sus artesanías y compramos unas cuantas...como tantos otros pueblos indígenas sudamericanos, al perder sus tierras y su entorno, su medio de supervivencia principal dentro de esas "comunidades" o "reservas" es la artesanía que fabrican para el turismo...una pena.



Para finalizar el día conocimos a un auténtico personaje, un ex-franciscano que tras dejar la orden, se casó y con su mujer se fue a una pequeña granja donde fabrican unos ahumados exquisitos...con deciros que a Marta le gustó la trucha ahumada ya tenéis una buena medida. Él no tenía desperdicio, con su visión de la vida y con una cultura que se intuía en cada una de sus frases. Os mostramos su huerto de hierbas aromáticas y el lema de su trabajo que traducido vendría a ser "Al cielo por la vía difícil".



Como nota gastronómica, os vamos a hablar del cordero patagónico...un plato típico de esta zona y que se parece enormemente a la "festa do carneiro ó espeto" de Moraña (¿te acuerdas, Ja?). Esta vez no fuimos a un restaurante ya que el personal del albergue donde estábamos alojados "La Casa Verde" nos ofrecieron acompañarlos en una cena allí mismo, aceptamos y por supuesto fue un gran acierto. Cordero, empanadas, vino, conversación, risas, anécdotas de un ex-puma que también estaba en la cena (al fondo en la foto)...vamos, una hermosa noche. La recomendación del albergue es esta vez imprescindible y apoyada por dos generaciones diferentes. Gracias a Pablo, Charlie y Viviana por su hospitalidad, profesionalidad y el trato familiar.



Desde aquí en breve empieza la RN40 de verdad...pero eso ya es otra historia. Besos a todos y en especial a Juan y Patri, los nuevos Papis...FELICIDADES!!